La moda, la ropa o la cultura vestimentaria como prefiero llamarle, tiene secretos escondidos, uno de ellos, es su poder de actuar como una segunda piel, tan viva como las plantas de donde se obtienen ciertos textiles; la ropa tiene vida y carga memoria:
La de los sucesos que experimentamos con ciertos ensambles, el ánimo que teníamos cuando nos ornamentamos, cuando escogemos un color, la memoria de cuando nos miramos al espejo vestid@s de alguna manera con la que intentamos expresarnos en este mundo. Pero, sobre todo, las practicas vestimentarias, contienen la vulnerabilidad del tacto, la intimidad de la memoria de quien las confeccionó, quizá sus hilos son los que nos unen en tristezas y alegrías; y la actividad humana de cortar, coser, reparar, no sea sólo física, sino principalmente emocional, por eso, para mí, la ropa es un tejido vivo que vibra al ritmo de mis experiencias, que se convierte en una exploración del pasado y una visión del fututo.
Vestirnos es la primera actividad humana luego de nacer y es la última con la que bordeamos las líneas de la vida.
Esta noche, mientras escribo esta primera carta de moda, pienso en las manos que fabricaron la pieza artesanal que visto con curiosidad alquímica y con ganas de sentir la vida y sus ciclos, que cambian como mi gusto por la ropa, como los ánimos de tod@s, en ese rompecabezas, que es la memoria colectiva a través de las practicas vestimentarias.
María del Cisne Valencia
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