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Ana Andrade: Tejer el presente con historias del cuerpo pop- up y clase de crochet en The Designer Society

Actualizado: hace 6 días

Por: Dayanna Arias


Quito, 19 de febrero de 2025.- Hay experiencias que no se olvidan porque atraviesan el cuerpo y el corazón. El evento en The Designer Society fue justamente eso: un encuentro donde la moda, el arte y la memoria se entrelazaron, literal y simbólicamente. Ana Gabriela Andrade, diseñadora cuencana ecuatoriana, compartió no solo su trabajo, sino también su historia y su sensibilidad a través de un pop-up y una clase introductoria de crochet que nos dejó con mucho más que piezas tejidas: nos dejó con una sensación de comunidad, de cuidado, de conexión.


La experiencia comenzó en un ambiente cálido, sin pretensiones, con materiales a la mano y una comunidad, mayormente formada por mujeres dispuesta a aprender. Ana, con una voz serena pero segura, nos introdujo a su mundo: un mundo donde el crochet no es un pasatiempo, sino una herramienta terapéutica, una manera de hacer las paces con el cuerpo y con la infancia. Mujeres de distintas edades nos sentamos alrededor de Ana. No importaba si sabíamos tejer o no. Lo importante era estar ahí, compartir el gesto, escuchar la historia detrás de cada puntada. Ana nos enseñó con paciencia y en ese acto tan cotidiano, tan ancestral, algo se abrió.


Lo que vivimos en esa clase fue un espacio de compartir. Mientras tejíamos, también hablábamos de como nuestra madre nos enseñó, o como no teníamos paciencia para tejer, pero aun así lo intentamos, o era nuestra primera vez intentándolo, o diversas anécdotas. Compartimos risas, silencios, miradas cómplices entre desconocidas que se convirtieron en intimas conocidas por influencia del arte de Ana. No era solo una clase técnica, era un ritual colectivo. 


En un mundo que muchas veces nos aísla, sentarnos en círculo a tejer nos recordó lo valioso de crear juntas. Lo terapéutico que puede ser detenerse, respirar y hacer algo con las manos. De hecho, varios estudios (como los de Rossi, et. al, 2022) confirman que el crochet ayuda a reducir el estrés, mejorar la atención y fortalecer el bienestar emocional. En esa clase, lo vivenciamos. No había prisa ni juicios. Solo concentración, calma y alegría compartida. Algunas no sabían ni cómo sostener la aguja, otras iban más avanzadas. Pero todas nos apoyábamos. Y eso también sana.


El corazón del evento fue la primera colección “ready-to-wear” de Ana Andrade, SKIN EGO, una propuesta profundamente personal que parte de su propia historia corporal. Ana, desde muy temprana edad, vivió intervenciones médicas que marcaron su piel y su forma de habitar su cuerpo. En lugar de esconder esas marcas, decidió convertirlas en narrativa, en textura, en arte y en un ego que no es malo, más bien es la conexión entre tu personalidad y autoestima. Su proceso recuerda lo que plantea Vicente Simón (2001) sobre el ego: no como algo negativo, sino como la construcción de un "yo" desde la memoria, desde lo vivido. En el caso de Ana, su ego artístico se entreteje con su niña interior en SKIN EGO, con ese cuerpo que alguna vez estuvo inmóvil y que ahora se expresa con libertad tridimensional por medio de piezas básicas caracterizadas por la geometría precisa y tonos de colores primaros vibrantes y lúdicos. 


Al final de la clase, me acerqué a Ana. Quería agradecerle, pero también tenía la necesidad de compartir lo que había sentido. Hablamos del poder del arte textil, de cómo lo sensible tiene un lugar en la moda, aunque a veces no se le dé el espacio que merece. Me dijo que cada pieza que crea está atravesada por su historia, pero también por las historias de otras mujeres de su linaje que han tejido antes que nosotras. Fue una conversación que me marcó. Me recordó que la moda no tiene por qué ser frívola ni superficial. Puede ser profunda, política, emocional.


Este evento también me hizo pensar en el potencial del crochet en la educación. Como lo muestra el estudio de York et al. (2022), introducir técnicas textiles en entornos STEAM puede ayudar a niñas y adolescentes a desarrollar creatividad, confianza y sentido de pertenencia. En un contexto como el nuestro, donde muchas veces se minimiza el valor de lo hecho a mano, recuperar estas prácticas es un acto de resistencia y de afirmación.



Ana Andrade está tejiendo más que moda. Está tejiendo memorias, vínculos, preguntas. Nos invita a mirar nuestro cuerpo no como un objeto que debe encajar, sino como un territorio que se habita, se narra y se celebra. En su práctica se entrelazan generaciones, heridas, aprendizajes, deseos, y sobre todo una técnica impecable que juega con la simetría y la repetición para crear siluetas que se adaptan a diferentes cuerpos.


Y quizá eso sea lo más valioso de todo: que su arte no solo se ve, se siente. Su marca es el reflejo de una mujer que no busca ajustarse a un molde, sino expandir los límites de la moda hacia lo humano. Y en tiempos donde el ruido exterior muchas veces nos desconecta de nosotras mismas, su trabajo nos invita a volver a lo esencial: el cuerpo, la memoria, el cuidado.


Porque a veces, sanar empieza con una hebra, con la comunidad, con el arte, con la moda.




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